Error N° 2: Escolta «preventivo»

El concepto de “preventivo” ha sido uno de los términos más ambiguos y por consiguiente más peligrosos de los que ha inventado el mundo de la seguridad.

En términos prácticos se dice que un escolta – u oficial de seguridad – es “preventivo” cuando no porta armas. Bajo esta excusa, se habla de que la función básica del escolta “preventivo” es evitar que sucedan situaciones. La tarea fundamental de cualquier equipo de protección es la prevención, pero es una imprudencia negar que en algún momento tenga que actuar frente al peligro.

De hecho, si su empresa asigna un escolta a una persona, se asume que ese individuo a proteger tiene un perfil de riesgo mayor al común que amerita atenciones especiales. Una de ellas es la capacidad de enfrentar peligros que se supone van a ser mayores (secuestro, atentados, retaliaciones, acoso u otros) que difícilmente puedan ser manejados por una persona desarmada, más en un país donde el 96% de los delitos se comenten con armas e involucran a dos o más delincuentes. La excusa además de absurda es imprudente.

La mayoría de las veces las razones de esto obedecen que la empresa prohíbe a sus empleados portar armas. Esto se debe al temor a las consecuencias civiles, penales y de opinión pública que puede generar el escolta por uso indebido de armas de fuego, algo cierto si la persona no posee ningún criterio y/o entrenamiento en protección, pero que es perfectamente manejable si la empresa cuenta con un buen sistema de selección, profesionales debidamente entrenados, procedimientos claros y políticas corporativas que fijen los límites de hasta dónde la empresa ampara al escolta en caso de necesidad.

A fin de cuentas, un proceso legal puede salir más barato que un escolta y un alto ejecutivo muertos…

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